Amabilidad, sentimientos, sabiduría

La amabilidad es un sentimiento, que al igual que la compasión, mueven a sentir preocupación, urgencia y necesidad de ayudar a alguien que no puede valerse por sí mismo.

Si bien, funciona para bebés o ancianos o gente enferma, incluso en situación de calamidad; no es una idea en el área política y las relaciones sociales, culturales; como bien lo explica Jordan Peterson.

El problema de lo políticamente correcto

Sí, hay un exceso de sensibilidad en la sociedad que se expresa en el grupo de personas que se adhieren a la corrección política, que es que sufren de un impulso de excesos de compasión.

¿En qué consiste? En que como hay gente que está en el fondo, que no puede valerse por sí misma (y esto siempre es culpa de alguien más, que es más fuerte, claro) y para lograr crear un equilibrio, se le debe restar a quienes tienen para dárselo a quienes no… y ya podrás notar lo terriblemente injusto que es tal idea.

La «empatía indiferenciada»

Esta idea implica que hay ser empáticos con todos, sin diferenciar entre lo que tenemos frente y nuestros propios valores. Algo así como estar obligado a ser amable con todos por el hecho de que a todos tienes que tratar con amabilidad.

Sin que exista razón más que el mandato a ser amable. O sea, las diferencias y preferencias de cada persona, que es justamente lo que hace que la vida humana sean tan valiosa y asombrosa, no tienen lugar aquí porque debes ser amable aunque no te agrade tal persona por los motivos que tengas.

Otro problema es que deja de ser una virtud, sino una imposición. Y como todas, son un ataque a la libertad y la dignidad humana.

Por cierto, resulta muy hipócrita tener que sonreír y ser amable sólo porque es la norma impuesta; no porque es un deseo natural, una meta personal y exclusivo para aquellos que se ganan la voluntad, como dice el dicho popular.

La amabilidad nos hace inservibles

Hay una regla en campo de la salud: «no hagas nada por alguien que estás cuidando, que pueda hacerlo por sí mismo». Esos videos de redes sociales que tanto hype generan, donde aparece a una persona alimentando a otra que no puede hacerlo con facilidad; no está bien, está creando un mal.

La explicación es sencilla: en la medida que tenemos que enfrentar desafíos, nos fortalecemos y más si logramos resolverlos.

Una persona que tiene problemas motrices, si siempre tiene a alguien que lo está ayudando, que no deja que haga las cosas, aunque le resulten muy difíciles; no está sino convirtiéndose en alguien inservible, que depende de los otros. Y eso es un problema.

En las familias esto es una problemática especial: allí donde las madres son cariñosas, sobre protectoras y obsesionadas con la idea que el hijo se haga daño; lo estarán cuidando tanto que luego el chico no sabrá hacer nada (eso incluye tender la cama y cocinar) y un montón de infelicidad llegará: será un resentido, que no podrá irse de casa y odiará todos: madre, la gente y así mismo.

El veneno como antídoto

No decimos que a la gente que no pueda caminar y esté bajando un escalón, no le demos una mano. O alguien que nos pida ayuda, se la negamos. O un niño que no pueda hacer algo, no le ayudemos.

No, lo que se trata es de usar la amabilidad y la compasión juiciosamente. Lo que está en juego es la independencia de las personas, así que hay que buscar la dureza, la capacidad de soportar y ser duros porque en la medida que el esfuerzo guíe tu vida, la curva del progreso ascenderá más y más al bienestar personal.

No trates a la gente, especialmente los niños, como víctimas desvalidas. El uso sabio de tu compasión te lleva a dedicar lo mejor de ti a quien en realidad lo merece: aquellos que están contigo y hacen de ti alguien mejor.

La amabilidad nos ayuda en el difícil campo de las relaciones humanas; con buen juicio, tus relaciones se harán más ricas y saludables, no habrá codependencia, sino una independiente búsqueda de cooperación para lograr satisfacer nuestras necesidades, satisfaciendo las de otros, con aquellas cosas que mejor sabemos hacer.


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